- ¿Y que quieres oír?- preguntó ella con la voz entrecortada. Tenía todo el cuerpo en tensión.
Él acercó los labios a su oído y susurró:
- Te quiero, eso es lo único que tienes que decir.
Un escalofrío le recorrió toda la espalda y le erizó la piel.
- Pero...
La besó con delicadeza en la frente.
- Dímelo- susurró- dime que me quieres.
Volvió a besarla suavemente en la mejilla. Ella quería escapar de ahí, pero no podía, no tenía escapatoria. Sentía tal atracción que parecía que fuera un imán. Se sentía embriagada con su voz, su aliento. Cerró los ojos.
- Te quiero- dijo al fin- Te quiero, te quiero, te quiero...
Él sonrió satisfecho, la abrazó y la besó en los labios. El corazón le latía tan fuerte que pensó que iba a morirse de un infarto, aunque era la mejor muerte que podía imaginar, rodeada de sus fuertes brazos, invadida por sus besos y embriagada por su olor. Le abrazó con todas sus fuerzas mientras intentaba capturar el momento en su mente, gravarlo para siempre, porque no quería que se le olvidara ni un detalle del que sin duda era el instante más feliz de su vida. No podía dejar de besarle.
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